El viaje de estudios


El viaje de estudios
    por Luis Ángel Calero



Un hombre rico, poseedor de numerosos negocios y empresas, decidió que era el momento de retirarse y dejar la responsabilidad de la dirección de todo ello en manos más jóvenes.

El problema es que tenía dos hijos, y sabía que el mundo empresarial era en muchas cosas parecido a una guerra. De hecho, uno de sus libros favoritos era “El Arte de la Guerra” del antiguo general chino Tzun Zu. Y de él había extraído grandes principios e ideas que le habían llevado, junto con su esfuerzo personal, al lugar que ahora ocupaba.

Sin embargo sabía que sus hijos, por mucho que había intentado hacerles fuertes y educarlos en sus valores, no habían tenido que esforzarse como él y no podían tener ni su experiencia, ni el mismo respeto que sentía hacia aquellos trabajadores que habían levantado y mantenían a su lado su reinado empresarial.

Pensaba por ello que “dos cabezas piensan mejor que una … pero sólo una puede llevar la corona”. Uno de los dos tenía que ser el director y máximo responsable.

Como quería a los dos por igual y era un hombre justo, decidió ponerlos a prueba de la forma en que siempre han sido probados los seres humanos. Frente a la naturaleza.

Los convocó a su estudio y les dijo: -“Quiero que hagáis un nuevo viaje de estudios. Pero uno diferente. En lugar de aprender los idiomas en que se expresa el comercio, o conocer las costumbres y la cultura de poderosos países o antiguas civilizaciones, quiero que os internéis en la salva amazónica y viváis durante un mes con una tribu de aborígenes que prácticamente no han tenido ningún contacto con la civilización.
Pero cuidado. A vuestra vuelta examinaré lo que hayáis aprendido y será fundamental para mi decisión”-.
Los jóvenes partieron sorprendidos...y con la clara idea de que efectivamente su padre estaba pidiendo a gritos jubilarse. Ya empezaba a tener ideas absurdas. Pero el premio valía la pena.

Transcurrido el mes, los muchachos volvieron a reunirse con su padre. Mucho más morenos y curtidos y con las manos callosas y fuertes.

El padre pidió al primero de sus hijos que le relatara sus experiencias.
-”Pues habitualmente, algunos miembros de la tribu se dirigían andando varios kilómetros cargados con recipientes hasta el lugar donde recogían el agua y volvían al poblado con ella. Yo les decía que en nuestras casas tenemos grifos y que con sólo un movimiento de la mano teníamos toda el agua que queríamos. Luego salían unos a cazar y otros a recolectar frutas o verduras. Tenían también que recorrer largas distancias y volvían cargados sólo que lo que cada uno era capaz de transportar. Entonces yo les decía que nosotros tenemos vehículos que nos llevan diez veces más lejos, treinta veces más rápido y sin ningún esfuerzo. Por las noches, encendían hogueras para iluminarse y se reunían alrededor de ellas a cantar, bailar, hablar y bromear entre ellos. Yo les decía que nosotros tenemos luz con solo apretar un botón y nos sentamos en cómodos sofás . Ante todo ello su respuesta era la sorpresa. Me miraban con los ojos muy abiertos y decían: -”Debes ser muy feliz. Vives en un mundo de magia y maravillas”.­

Entonces el padre le preguntó:-”¿Y que conclusión has sacado de todo ello?.
El chico se echó a reir y dijo: -”¿Qué conclusión se puede sacar?. Que en el mundo aún hay mucha gente ignorante, posiblemente porque no tengan capacidad para aprender nada. Esa gente debe ser dirigida y protegida por aquellos que somos sus superiores, porque tenemos conocimientos y medios de los que ellos carecen.”­

El padre se dirigió a su otro hijo y le preguntó: -”Y tú que opinas. Cuál ha sido tu experiencia”-.
Pues poco más hay que contar. Las cosas sucedían diariamente de una forma parecida. Con las actividades que ha relatado mi hermano.

“¿Y que conclusión has sacado de esa experiencia?”.
“Pues cuando iban a buscar agua, a cazar o a recolectar pensaba en el esfuerzo que estaban dispuestos a realizar alegremente en beneficio de su comunidad. En cómo repartían las tareas y se organizaban de una forma justa, atendiendo a las fuerzas y resistencia de cada uno, de forma que todos resultaban útiles para todos.

Y cuando por la noche se sentaban a la luz y el calor de la hoguera veía como se trataban con respeto y camaradería. Cómo compartían tiempo con la familia. Como se divertían y bromeaban.

¿Qué conclusión se puede sacar?. Que la felicidad no depende de lo mucho que se tenga. Que ciertamente vivo en un mundo de magia y maravillas y no me había dado cuenta. Que hay gente que sabe ser feliz teniendo lo básico y gente que puede tener todo el mundo a su disposición y no sabe
serlo.

He aprendido a ser feliz porque he abierto los ojos a las muchas maravillas y comodidades que me rodean. Pero sobre todo, he aprendido a ser feliz porque he descubierto que no son importantes.”-.

El padre sonrió emocionado y le dijo : -”Tú eres mi sucesor, hijo mío”.­

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